TRIPLE “F”: FANTÁSTICO FIN DE FIESTA
Me toca escribir
sobre un año que he despedido corriendo. Un año durante el cual, además de
carreras, también ha habido despedidas. Despedidas a secas. Por eso, esta, la
primera parte de la despedida definitiva, empieza con un “perdón”. Perdón por las veces que no he estado a la altura y por las despedidas que no
habrían tenido por qué serlo.
Algunas
despedidas, sí, pero muchas permanencias. Por eso también hay un “gracias”.
Un gracias en minúsculas que es, en verdad, un GRACIAS mayúsculo. A ti, Miguel,
por ese viaje Itálica-Madrid. Porque en su día no entendí aquello que me dijiste:
que la clave del éxito no era sólo el talento, sino también la continuidad. ¡Qué ciertas
han resultado ser tus palabras! Y qué afortunada me siento por poder seguir
escuchándolas. Gracias a ti, Dani, por aquello que escribiste al volver de
Liencres: que, para ti, ya era Campeona de España antes de serlo. Gracias por
ser como eres. Molas mucho. ¿Sabes una cosa, Ana? Te tengo agregada en Whatsapp
como “Ana Superwoman”. Nunca he sido muy de superhéroes, pero tú has sido
siempre para mí una heroína. Gracias. Tamara, no te enfades, eh, que tú
también lo eres. Pero es que a ti quería darte las gracias por la cinta naranja que me regalaste
aquel día en que yo tenía que intentar ayudarte ... y no pude. Si te daba también
las gracias por ser una inspiración para mí, iban a tildarte de abusona. ¡Cabra
loca! Sí, hijo, sí. Me refiero a ti, Sergio. Que íbamos a ser campeones de
Madrid de montaña, y no lo fuimos para que yo pudiera, en cambio, ser
subcampeona de Europa de cross. “Ni de coña te vuelvas a quedar en tierra,
gili”, me escribiste el 1 de octubre. ¿Te acuerdas dónde estábamos el 12 de
diciembre? Chicos, calentad, que salís. Mi Sector Serio. Mis físicos en
proyecto. Más atletismo aprendido en dos años que flujos eléctricos calculados
durante este cuatrimestre. Al menos yo os llevo bombones, que el profe de
“Electro” nos regala “controlillos”.
Vosotros,
mi núcleo duro. Mamá, Papá, Isidro. Silvia, Emilio, David. Familia. Para
vosotros hay un “gracias” siempre. Por eso, hoy quería dedicar mi “gracias” a
todos los que, aunque quizá en un segundo plano, también forman parte de esto.
Y aunque me gustaría incluir muchos más nombres, no puedo. También me gustaría
poder correr durante dos horas seguidas, y tampoco puedo. Como no puedo, quiero
incluiros a todos en este último GRACIAS. Gracias por animarme, acompañarme,
felicitarme y ayudarme a crecer.
PARTE II. 2021: LO QUE
CAMBIA
Todos los años cambian cosas. De hecho, hay cosas que cambian todos los días. Nosotros mismos, por ejemplo, no hacemos más que cambiar a cada instante. De eso, de instantes, pero sobre todo de cambios, quiero hablaros en esta segunda parte de mi crónica final. Hoy, 1 de enero, ya se ha producido para mí el primer cambio. He dejado atrás la categoría Sub20. La júnior que ganó ayer la carrera de sus sueños ha dejado de serlo. Atrás quedan cuatro años (dos como Sub18 y dos como Sub20) de un aprendizaje constante. Un crecimiento diario. Cuatro años repletos de experiencias que han colmado mi mochila roja. Cuatro años de muchas curvas. A la pista, pero también a mí misma. Cuatro años picando piedra para tratar de construir el edificio de mi vida. Ayer acabó un ciclo de cuatro años. Como un ciclo olímpico. Sin Juegos de por medio, pero sí con mucho juego. Porque hasta aquí no ha dejado de ser eso, un juego. Un juego precioso, dotado de sus propias reglas. A veces he intentado imponer las mías. No ha funcionado. He perdido algunas partidas, pero siempre he podido disfrutar de las revanchas. La partida inicial del primer nivel del juego acaba aquí. La próxima vez que me ponga un dorsal ya no seré una atleta júnior. Durante los próximos tres años de mi vida, de hecho, seré una atleta “promesa”. Pero como no me gusta nada esa palabra, diré que durante los próximos tres años de mi vida seré el definitivo proyecto de atleta. La antesala a la categoría absoluta. El paso previo para convertirme en aquello que siempre he querido ser. Sé que van a ser años difíciles. Que voy a perder mucho antes de poder ganar algo. Que voy a seguir tragándome muchos árboles. Siempre están en mitad del camino. Sé que voy a tener que trabajar mucho. Que confiar mucho. Que pelear mucho. Pero también sé que es lo que quiero. Sé que lo quiero mucho, mucho, mucho. Por eso, aunque de vez en cuando el viento me haga tambalearme, voy a seguir disfrutando de lo maravilloso que es vivir despeinado. Y, aunque despeinada, yo no dejaré de ponerme mi cinta. Por eso os pido, a vosotros, que no dejéis de buscarla
Lo
que cambia es importante. Lo que permanece, esencial. Así que vamos ahora a hablar
de eso, de lo esencial. Vamos a hablar de lo que no cambia. Ni este año ni los
venideros.
No
cambian, en sentido estricto, los colores. Que os he acostumbrado al naranja y
sería un choque visual trocarlo en fucsia. Pero es que tampoco en el sentido
figurado cambian los colores. Tres factorial. Seis para los de letras. Es el
número de temporadas que llevo en casa, que llevo en Suanzes. Hoy ha empezado,
oficialmente, la séptima. Eso no sé transformarlo en factorial. Así que siete a
secas. 7 de 19.
Me
gusta distribuir las cosas en tercios. Y 7 de 19, fíjate tú, es casi un tercio.
Sí, me gustan los tercios. Mi primer tercio en el club fue como aprender a
nadar. Poquito a poco. Las puntas. Mi segundo tercio, la zambullida. De cabeza
y sin pensar. Así acabé de chichones. Que la piscina cubría, Claudia, y tú te
creíste nadadora experimentada. Betadine y tiritas. Compeed ya
no, Emilio, no te preocupes. Ahora siempre Linitul. Como todo cicatriza,
durante el último tercio he hecho algunas piruetas chulas. Desde el trampolín
alto. Pero no os creáis que he llegado al final de la piscina. Ya he cubierto
25 metros, pero es que la piscina es de 50. Y cuando toque pared, será tan fácil
como dar la vuelta y seguir nadando.
Mi
piscina es mi club. Mi casa. Mi familia. No necesito salir del agua. Porque
ahora nado muy bien, pero no se me olvida que allí estuvieron ellos también
cuando me costaba mantenerme a flote. Sé que sois eso, el flotador al que
agarrarme cuando esté cansada. La toalla para secarme. Las gafas para que no me
entre agua en los ojos. Sé que sois el “pack piscina” al completo. Detrás de
cada largo. Buscando conmigo la siguiente brazada. Familia Suanzes, nunca podré
agradeceros lo suficiente la calidez de vuestro albornoz al salir del agua. Por
eso, porque sé que no puedo, hago lo único que se me ocurre para devolvéroslo:
seguir nadando en la piscina de siempre. Vamos a construir, juntos, nuevas
historias de agua.
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