III CAMPEONATO DE MADRID ABSOLUTO DE 5Km EN RUTA
PARTE I:
Este fin de semana, muchos corredores hemos dado el pistoletazo de salida a lo que queda de temporada participando en el Campeonato de Madrid Absoluto de 5k (en jerga atlética). De 5 km en ruta (en jerga caminante). Un inicio para todos, claro. Pero, en mi caso, un inicio doble. Qué os voy a contar. ¡Cinco meses sin escribir ni una sola crónica! Hasta habréis respirado. Pues se acabó, siento deciros.
Hoy he hecho oficialmente aquello que durante casi medio año no he podido hacer. Aquello que me da vida: competir. Pero no competir contra mis rivales. Competir contra mí misma. No en el sentido de siempre, cierto. Hoy no pensaba en ritmos. Tampoco en posiciones. Hoy pensaba en ser capaz. Porque, cuando uno ha estado con el freno echado por obligación, al comienzo asusta un poco excederse en la arrancada.
Hoy he coincidido de nuevo con muchas personas, pero he de confesaros que el reencuentro que más ilusión me ha hecho no ha sido con ninguna de ellas. Ha sido conmigo misma. Volver es difícil. Es muy difícil. Y yo he vuelto. No ha sido a lo más alto del pódium. Esta vez, sólo al tercer cajón. Pero he vuelto.
De lo que venga después, apenas una pequeña parte dependerá de mí: seguir intentándolo. Esa, tenéis mi palabra de medio-física, será siempre una constante de mayor validez que el número pi. Con respecto al resto, lo que no depende de mí, tengo una única y suficiente certeza: la de que la vida continuará brindándome las suficientes enseñanzas como para seguir llenando crónicas y crónicas en Instagram.
PARTE II – El colapso de la
función de onda:
Quizá el nombre de Schrödinger os deje un poco fríos. Pero seguro que, si os hablo de su gato, el famoso “gato de Schrödinger”, ya no os pillo tan desprevenidos. Efectivamente. Es ese gato encerrado dentro de una caja que está, grosso modo, vivo y muerto a la vez.
Siento decepcionaros. Podéis volver a mirar a cualquier gato que os crucéis por la calle con absoluta tranquilidad. El pequeño bigotes de este gran físico austriaco no vive a caballo entre nuestro mundo y el de ultratumba. Ni mucho menos. No es más que una curiosa paradoja cuántica.
Porque es que, en Mecánica Cuántica, las cosas no son como en Mecánica Clásica. Un cierto estado (pongamos, el gato), puede ser una combinación lineal de varios estados (por ejemplo, vivo y muerto). Mientras nosotros no intervenimos, esa combinación es perfectamente estable. Por eso, el gato está vivo y muerto a la vez. Sin embargo, en el momento en el que, seres curiosos, queremos medir el resultado, hacemos que el estado colapse. Por eso, cuando abrimos la tapa de la caja, forzamos que el gato esté vivo o muerto. Una condición excluye a la otra.
Una carrera es, si os paráis a pensarlo, una situación bastante similar. Mientras uno está corriendo, gana y pierde a la vez. Yo, por ejemplo, gano seguridad. Y años de vida. Estoy segura. Pero también pierdo. La orientación, sin ir más lejos. Soy un tremendo desastre. Más allá de estas trivialidades, las carreras son siempre combinación lineal de victoria y derrota. Cuando uno llega a la meta, inevitablemente se decanta por una u otra. Y no hablo, para nada, de quedar primero o último. He ganado algunas carreras sin ser primera, y me he sentido derrotada en otras en las que nadie había cruzado por delante.
Ganar o perder (y aquí tenemos ventaja sobre nuestro amigo el gato de Schrödinger) no es más, en la mayor parte de las ocasiones, que una decisión voluntaria y personal. Así que ya sabéis. Elegid, puesto que no hay más remedio, sentiros siempre ganadores.
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