CRÓNICA CAMPEONATO DE MADRID DE CLUBES ORO
PARTE I:
Dice Miguel que, en el atletismo, hay dos opciones: “cabeza de ratón o cola de león”. Avanzadilla del pelotón o retaguardia de la delantera. Ayer, los dos equipos del “Suanzes”, masculino y femenino, acometíamos una batalla complicada: Liga de Oro de Clubes. Es la máxima competición a nivel autonómico. Nos tocaba, precisamente, ser esto último: cola de león.
No os creáis que sabernos en la trasera hizo que no lucháramos. En absoluto. Como cada vez que tengo la suerte de participar en esta competición tan entrañable, vi a todos mis compañeros defender nuestros colores en sus respectivas pruebas con uñas y dientes. Que para eso ayer éramos leones. Había muchos atletas doblando. Mucho encaje de bolillos para intentar cubrir todas las pruebas. Mucho trabajo dentro de la pista. Y también mucho trabajo fuera de ella.
La realidad se impuso al final de la tarde. En el caso de las féminas, de manera innegable. Cerramos el medallero. O, dándole la vuelta a la tortilla, lo abrimos, pero por el lado que no era. Nuestros chicos protagonizaron una supuesta jornada de circunstancias adversas. O eso nos han querido hacer creer. Porque yo tengo mi propia teoría al respecto. Siempre he dicho que mi club es una familia. En las familias, nadie se queda atrás. Pues eso. Nuestros chicos, que no quisieron dejarnos atrás, se alinearon con la Providencia.
Total. Que el año que viene, por seguir hilando con el pensamiento de Miguel, seremos “cabeza de ratón”. Competiremos en la Liga de Plata. Supongo que debe de ser algo así como haber jugado en Primera y descender a Segunda. Pero, ¿sabéis una cosa? Que a mí me da exactamente igual. Porque, aunque un peldaño más abajo, seguiremos subiendo la escalera juntos. En familia. Una familia muy grande de ratones muy chiquititos.
PARTE II:
Escribí mi última crónica hace, justo, un mes. No es que me haya podido la desidia. No. Es que no he competido desde entonces. El “re-regreso”, dicho sea de paso, tampoco ha sido de otro mundo. Bastante discreto, por no decir mediocre. He pasado un mes sin competir, que no sin entrenar, porque el foco de mi atención se ha trasladado, temporalmente, a una carrera que no disputo con zapatillas. Bueno, realmente sí. Con tacones a clase, como os podéis imaginar, no voy. Pero me habéis entendido. Estoy encarando la recta final de una carrera que me está exigiendo mucho esfuerzo. No porque tenga unos rivales fuertes, sino por su dificultad intrínseca. Me pesa la cabeza. Será el láctico, que se ha trasladado de las piernas al cerebro. Quedan, todavía, los últimos metros. Los definitivos. Como en toda carrera, me va a tocar apretar todavía más los dientes. No me importa. Estoy viendo el final. El del curso. Y es que, cuando lo alcance, será el verdadero pistoletazo de salida de la carrera del verano. Esta vez, sí, la que libro con zapatillas de colores.
Ayer mis piernas no estaban preparadas para correr muy rápido. Tampoco mi cabeza, que iba repasando las fórmulas más importantes del examen que tengo esta tarde. Mejor, que así ya no tuve que hacerlo al volver a casa. Luché por dar mi máximo, aunque mi máximo de ayer no fuera el que me habría gustado. Tampoco me importa. En la vida, como en la Física, todo es cuestión de perspectiva. Y yo sé que volverá a serlo. Mientras tanto, seguiré corriendo. Aunque tenga que ser más lento. Y seguiré estudiando. Aunque a veces sienta que mi neurona está próxima a estallar, como en una nube de estrellas. Os pido, como siempre hago, que sigáis empujando mis zancadas. Tranquilos. Que de las fórmulas y, esas cosas no atléticas, ya me sigo encargando yo.